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Reseña de nuestro disco de la semana: Loss Of Life de MGMT

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En este nuevo espacio plantearemos una reflexión en torno al que consideramos el disco más relevante de la semana. En esta entrega: Loss Of Life de MGMT.

 

Para cualquier proyecto musical, tener un gran álbum debut es un arma de doble filo: sí, hace que tumbes la puerta de una patada e irrumpas de lleno en el panorama sonoro del presente; sin embargo, a la larga también puede suponer una suerte de condena en la que todo el mundo asuma que toda tu identidad se concentra en dicho álbum y, cualquier cosa que suene diferente a ello, es en automático un acto de traición.

Por allá de 2007, cuando MGMT publicó Oracular Spectacular, todos coincidimos en que era un álbum generacional: tal vez no por su maestría ni por su innovación pero sí por su capacidad para capturar la energía de todos a su alrededor.

Sonaba fresco, revitalizante y moderno. ¿Qué más podía pedir la juventud efervescente que además era la primera en desarrollarse en pleno uso del Internet?

Crecimos, pero de cierto modo no queríamos que MGMT lo hiciera porque de cierto modo eran nuestra ancla a algo que sabíamos que no volvería.

Andrew VanWyngarden y Benjamín Goldwasser percibieron eso y a partir de ahí se envolvieron en una confusión de la que les fue muy complicado salir.

Había dos MGMTs: el de Oracular Spectacular y el que intentaba negarlo pero inconscientemente se ataba a él para no perder la atención de sus fans.

El camino de ese segundo MGMT fue tumultoso y aunque dicho proceso arrojó obras consistentes como Little Dark Age (2018), finalmente han llegado al otro lado sin sentir que le faltaron al respeto a su propia obra.

Parecería que la introducción para hablar de Loss Of Life -el nuevo disco de MGMT tras seis años de ausencia- ha sido demasiado larga; pero había que entender lo que significa este álbum para la banda en su ubicación cronológica.

Loss Of Life es oscuro y como amaga su mismo título, pesimista. Cargado de baladas épicas,  recurre a la nostalgia no como un recurso sino como discurso: por lo perdido, por lo no cumplido y por tiempos que ni siquiera vivimos.

Elementos como sus guitarras acusticas, sus canciones de más de seis minutos de duración y la manera en que emplean los sintetizadores parecen un desprendimiento de esa identidad que fue Oracular Spectacular. 14 años después.

Aunque por momentos Loss Of Life peca en su afán de mostrar los niveles de experimentación que lo conforman -al grado de sentirse una especie de tributo a The Cure o Radiohead- el album de siente como un trabajo sólido que muestra todo lo que la banda puede ser de cara al futuro.

Y si bien con este disco es probable que muchos fans se replanteen si quieren seguir el viaje de MGMT; al menos nos queda la certeza de que todavía es una banda viva con ganas de cuestionarse sus propias inquietudes artísticas.

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La Resiliencia del Pueblo Palestino: Más Allá de los 200 Días

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Texto y fotografías por Maria Tielve

Una reflexión sobre los primeros 200 días desde el inicio del genocidio en Gaza.

Y si las palabras no alcanzan, y si los ayeres no fueron suficientes, y si no tenemos un mañana.


La vida se desarrolla en los cambios que somos capaces de afrontar. Personas que van y vienen, desplazando sus rostros en fotogramas borrosos que viven en lo mas profundo de nuestra memoria fracturada. Nos da miedo que un día nadie recuerde nuestra existencia, y lo que fuimos capaces de sentir. Somos parte de una época de vacío, en la que sucedemos bajo la premisa de la supervivencia, vivimos para pasar el tiempo y olvidamos amar esta vida.

¿Son escasos los ojos que reflejan el dolor y el amor, y no puedo evitar cuestionarme, ¿Qué nos tornó tan insensibles?

Jamás creí que viviríamos en tiempos donde, por primera vez en la historia de la humanidad, se transmitiría un genocidio en vivo. Donde el silencio se sentiría más que la sangre derramada del pueblo palestino.


Recuerdo el pasado siete de octubre del 2023. Lo recuerdo perfecto: en las calles de Jordania se percibía un aire victorioso. La gente regalaba Kanafeh acompañado de una sonrisa mientras que en los campos de refugiados palestinos celebraban la promesa del esperado regreso, ondeando su bandera por todo lo alto. Las redes sociales se llenaron de videos y fotos donde mostraban que finalmente Gaza había logrado lo imposible: por primera vez en 17 años desde el bloqueo impuesto por Israel y Egipto, el grupo militante de Hamas emprendió una ofensiva contra territorio israelí.

El ataque dejó un saldó de 695 israelíes asesinados, sumados a los otros 233 que fueron tomados como rehenes. Aún estando tan cerca de la situación, me resultó incomprensible que de un lado y otro se festejara tanta violencia, sobre todo porque -a partir de ese momento- solo quedaba esperar al contraataque de Israel.


Llevo más de tres años viviendo entre Jordania y Palestina, lo que me ha ayudado a entender que vivir en estado de ocupación alude también a lo más cotidiano, más allá de lo meramente social y político.

No solo es una tierra robada: también se nota en el hummus y el café árabe, que ahora son parte del menú de restaurantes israelíes como si fueran suyos. Un idioma que disfraza atrocidades a través de la palabra ‘Habibi’ (حبيبي) para dar una imagen amigable en la las tierras del 48, lo que hoy es conocido como Israel.

Esta es una historia que se esconde en los escombros de cientos de masacres, como la que ocurrió en la Villa de Tantura en 1948, a las orillas de Haifa.

Dicho suceso es referido popularmente como Nakba (النكبة), palabra árabe que se define como “catástrofe”. Aquello fue el inicio del despojo de más de 750 mil palestinos de sus tierras. En el proceso fueron asesinadas familias enteras, cientos de mujeres fueron ultrajadas de sus cuerpos y muchos niños quedaron condenados a la miseria, todo para dar entrada a nuevas poblaciones judías, bajo la premisa de que aquella tierra de olivos era un lugar olvidado


En West Bank los cielos son opacados por los grandes muros grises, donde solo algunos cometas logran volar más alto, apreciando la belleza del intenso dorado del Domo de la Roca. Hablando un idioma que no es árabe, ellos portan sus armas, y con doble nacionalidad se hacen acreedores de tierras a las que nunca van a pertenecer. Si eres foráneo, te sonreirán cuando cruces los puestos de control. Te tratarán con más derechos que cualquier palestino que viva en West Bank y Gaza, o que cualquier palestino que porte un Pasaporte israelí si le toco nacer en las tierras del 48.


Esta no es una guerra que comenzó hace siete meses entre Israel y Hamas, esta es una ocupación que lleva más de 76 años sucediendo y cuyo orígen es -de hecho- milenario. A diario la sangre palestina es derramada y olvidada. En mi tiempo viviendo en West Bank, me encontré con las paredes cubiertas de fotografías de mártires: rostros jóvenes que nunca cumplieron sus sueños ni volvieron a los brazos de sus familias.

Presencié el asesinato de un joven que iba a la boda de su hermana. Lo dejaron desangrarse hasta morir sin permitir que la ambulancia se acercara a auxiliar. El pueblo palestino protestaba lanzando rocas y prendiendo fuego a los neumáticos cerca de los puestos de control y del muro, mientras se llevaban a cabo huelgas que cerraban los comercios en el West Bank.

Fue en aquel momento en que comencé a comprender la fragilidad que envuelve la vida de un palestino. Ellos son asesinados a sangre fría y nada pasa, nada cambia. La historia sigue siendo la misma y es ahora cuando la narrativa tiene que cambiar, se tiene que decir la verdad de lo que esta sucediendo en Palestina. Los palestinos en Gaza no tienen tiempo de llorar a sus muertos, no tienen tiempo de enterrarlos; ellos, con su dolor, los graban a través de las pantallas de sus celulares para que el mundo entero pueda creer el genocidio que esta sucediendo.


En West Bank, los despojan de sus propiedades, derriban sus casas con el pretexto de que no tienen permisos para las construcciones, dejando a familias enteras en las calles. Llevan a la cárcel a activistas o a quienes protestan, y los dejan por años tras las rejas sin derecho a juicio alguno; y si tienen suerte, el juicio ocurre en hebreo y sin traducción al idioma árabe. ¿Como es que esto puede ser justo? ¿Cómo es que nos llamamos humanos cuando hemos permitido que esto suceda?

En Jordania, el 70 por ciento de la población son refugiados de Palestina. Ellos son el pueblo que no puede ver lo que yo he visto, que no pueden cruzar la frontera y que vive sosteniendo la promesa del regreso. Hay familias que aún conservan la llave del retorno y otras que sueñan con ir a rezar a la mezquita sagrada de Al-Aqsa, quienes desean ver los olivos crecer, saborear el mejor Kanafeh del mundo en la ciudad de Nablus y contemplar el atardecer frente al mar de Gaza.


Los bordes entre Israel y Jordania están aún más protegidos. Acceder a la embajada de Israel en Jordania es prácticamente imposible; está resguardada por militares de día y de noche. Así es como el gobierno actúa ante el dolor de un pueblo que no se ha marchitado, que ha sido cosechado en las nuevas generaciones. Ellos son esa fe inquebrantable que tanto admiro.


A más de 200 días del inicio de esta etapa del conflicto, y con un mundo que normaliza el genocidio, la voz de los estudiantes alrededor del mundo ha despertado un nuevo sentimiento de esperanza, basado en la justicia y la libertad, que no descansará hasta que el pueblo palestino sea liberado, hasta que el dolor del fuego se haya consumido.

Ronda en mi mente una frase que escucho muy seguido entre mis amigos palestinos: ”Espero ver a Palestina liberada en mi tiempo de vida”.

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Reseña de nuestro Disco de la Semana: Radical Optimism de Dua Lipa

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En este espacio plantearemos una reflexión en torno al que consideramos el disco más relevante de la semana. En esta entrega: Radical Optimism de Dua Lipa.

Dua Lipa Radical Optimisim

Aludir a una corriente sonora tan asociada a una época específica de la historia siempre es un arma de doble filo: por un lado, porque puede cautivar desde la nostalgia; pero por otro, una mala ejecución puede ser síntoma inequívoco del desgaste de ideas.

Hasta el momento, Dua Lipa ha mostrado una fascinación particular por revisitar sonidos emblemáticos de décadas enteras desde la apuesta por refrescarlos con sus virtudes, las cuales -además- ha demostrado que no son las del fenotipo de Popstar convencional.

Desde su tono de voz grave hasta su manera tan particular de bailar, la británica va a contracorriente hasta que sus reglas se vuelven la ley de los charts.

En esa exploración cronológica del pasado, mientras su álbum debut re interpretó los beats del Jungle, el Afrohouse y el EDM, Future Nostalgia -su segunda placa- fue una bomba explícita de referencias al Pop sintéticos y estridente de los 80s. 

Ahora, Radical Optimism apunta a un extraño híbrido de referencias en las que ella evoca al Trip Hop de Massive Attack y la Psicodelia de los 70s, de la mano de su principal embajador contemporáneo: Kevin Parker.

Todo encumbrado bajo un discurso de nuevos inicios y el rompimiento de lazos tóxicos que se valen de la narrativa de hombres que no saben tratar a las mujeres para fortalecer su narrativa.

Dua Lipa Radical Optimism

Con esos elementos en consideración, las expectativas fueron inevitables y por lo tanto, la desilusión mediática está siendo mayor.

Incluso cuando el disco no es precisamente una derrota sino más bien una obra inconsistente. 

No solo por sus promesas incumplidas (para empezar, que más que sonar a Massive Attack o a Mammas & The Papas, suena al ABBA barroco de Waterloo); sino por la disparidad en la fuerza de ejecución.

Por un lado, la cara A: que entre End Of An Era” y “French Exit” entrega tracks muy sólidos y convincentes que fácilmente entrarían en las mejores canciones del año (lo cual no necesariamente significa que serán himnos de la radio); pero que, en su cara B, cae estrepitosamente dadas sus decisiones obvias que parecen condicionadas por la necesidad de crear hits para la pista.

Tristemente, al ser este segundo tramo lo último que escuchamos en su orden canónico, deja la idea de que estamos ante un paso en falso.

Y es que tal ha sido el afán de Dua Lipa y su flamante equipo de productores por no caer en lugares comunes dentro de las referencias que ellos mismos impusieron, que termina por ser, en la escucha integra, un disco falto de esencia reconocible. 

Regresando a esa batalla contracultural que ejerce Día Lipa desde su voz poco común en el Pop femenino, es cuando ella extralimita su rango que encontramos los momentos más osados y divertidos de Radical Optimism, sobre todo en el jugueteo con tonos medios y altos modulados por la tecnología.

Este paso en su carrera sí podría considerarse decepcionante dado el tiempo que se tomó para grabarlo y, sobre todo, por el momento en su carrera en el que lo lanza, siendo entre el tercer y cuarto disco en el que la mayoría de grandes estrellas Pop encuentran su punto máximo de madurez.

No se siente como un material que podría explotar como lo hizo con su placa previa.

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Reseña de nustro Disco de la Semana:  All Born Screaming de St. Vincent

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En este espacio plantearemos una reflexión en torno al que consideramos el disco más relevante de la semana. En esta entrega:  All Born Screaming de St. Vincent

¿Cómo encontrar la belleza dentro del horror? Seguramente, en este momento de la historia, no habrá ser humano que de una u otra manera no se pregunte esto al menos una vez a la semana.

A pesar de todo, el mundo sigue siendo bello; pero cada vez se vuelve más complicado de entender, sobre todo desde sus tragedias y el fatalismo que rodea los titulares de todas las noticias, día tras día.

Para su séptimo álbum de estudio, St. Vincent también se hizo este cuestionamiento y la respuesta es uno de los mejores trabajos de su ya basta discografía.

All Born Screaming es el escaparate para mostrar a la Annie Clark más osada, sabia y segura de sí misma. Este es un disco que rompe los cánones de la propia artista al no centrarse en una sola estética sonora y -por el contrario- revisitar todas sus facetas musicales previas para refinarlas y potenciarlas.

Del Rock jovial de Marry Me (2007) a la fuerza sintética de su álbum homónimo, del maximalismo instrumental de Love The Giant (2012) a la contención melancólica de MASSEDUCTION (2017). Todos sus universos conviven en una sola temporalidad para enmarcar su reflexión optimista sobre el fin del mundo, la toxicidad del amor y la muerte de los seres queridos.

Y no es que esas obras previas fueran malas; pero es como si ahora St. Vincent supera que la virtud no está en cuántas veces utilices los recursos sino en el cuándo y el cómo los emplees.

En esa eclecticidad sonora, resulta curioso que el hilo conductor sea un adjetivo que parece antagonizar al caos: la elegancia. Porque aún con todo ese arsenal de ritmos y melodías, Annie Clark recurre a la delicadeza para poner todo en su justo lugar. 

Cómo un poema que tiene mucho por decir pero se lee sin prisas ni filias.

Lo mejor es que dentro de esa madurez artística, el alma de St. Vincent se muestra humilde y atenta, a sabiendas que el camino que le queda es un destino sin final que de todos modos hemos de recorrer:

“I’ve got to visit so many planets before I find my own”.

All Burn Screaming le da asilo a la desesperanza para recordarnos que el futuro es lo único que nos queda; y que debemos empezar a habitarlo con la responsabilidad de quien cuida a un ser querido.

Candidato a uno de los mejores discos del año.

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