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WARPPresenta: The Pride Issue: God save the Queen(s)

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“Lo que les estaba diciendo: que cuesta mucho ser auténtica. Y en
estas cosas no hay que escatimar; porque una es más auténtica cuanto más
se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
– La Agrado en Todo sobre mi madre (1999, dir. Pedro Almodóvar)

Bienvenido a nuestro especial que celebra a la comunidad LGBTQ+ en el mes que conmemora y celebra su existencia como símbolo de amor y diversidad:

The Pride Issue: God Save The Queen(s), cuyo tema central para este año será la exploración del drag en México como movimiento cultural. Esta es solo la pieza introductoria de varios contenidos que la abordarán desde la intimidad de cinco de sus protagonistas en dirección a sus experiencias personales conjugadas con las coyunturas que atraviesan el panorama completo.

El drag en México: el movimiento cultural

La niña en Chimalhuacán que pide que su fiesta de seis años sea de temática Drag. La anciana que va a la convivencia para fans que organiza cierta draga en un hotel de Torreón y a la que conoció por los videos de YouTube que ve junto a su nieta. Universidrag: primer concurso Drag organizado por la UNAM en la Facultad de Filosofía y Letras. La final de la quinta temporada de La Mas Draga logra reunir más de 20 mil personas para llenar la Arena Ciudad de México.

e una disciplina artística desarrollada entre las sombras a un movimiento cultural que impacta todas las esferas de la vida pública más allá del mero entretenimiento: política, sociedad y economía.

“Puede ayudar a sanar al país” dice Matraka, participante de la primera temporada de Ru Paul Drag Race México.

Y tiene razón: en una nación como la nuestra, emocionalmente contenida y regida por el odio y la desconfianza, el drag es un ejemplo de las libertades que se nos han arrebatado: reapropiación de los espacios, goce del tiempo y el derecho a explorar quiénes somos y qué necesitamos para ser felices.

¿Qué es el drag?

Bueno, para empezar, ni propios ni extraños se han puesto de acuerdo.

Históricamente, la línea que lo divide con el travestismo es tan difusa que aventurarse a dar una definición total sería irresponsable y hasta vanidoso.

Las definiciones sobre drag encontradas en espacios digitales, medios de nicho o declaraciones anónimas de divulgación popular coinciden en una conceptualización simple; pero reduccionista:

“Un hombre que personifica a una mujer al exagerar las características estereotípicas de lo que occidentalmente se considera femenino”

O como cita el documental The Queen (Frank Simon, 1968):

DRAG es el acrónimo de Dressed As a Girl” (Vestido como chica).

Un enunciamiento que tal vez funcionaba en los orígenes del drag; pero que en su desarrollo cronológico ha encontrado la manifestación de variantes o estilos que lo diversifican, no sólo como una expresión de género, sino también como un medio de acción y caracterizaciones que eventualmente constituyen un personaje.

Aunque generalmente son hombres cisgénero que se asumen así mismos como homosexuales quienes lo lleva a cabo, esa premisa no implica que sea exclusivo de ellos, pues ya hay precedentes de mujeres que lo efectúan; o incluso casos de hombres heterosexuales que se involucran en la práctica.

Y si bien aún hay quienes lo emplean para radicalizar la visión occidental de la feminidad, también existen quienes combinan rasgos de ambos géneros a través de pelucas y barbas, o quienes lo llevan al terreno de la fantasía y materializan criaturas que no solo se fundamentan en la experiencia humana; así como quienes se valen de la disciplina para imitar, satirizar o dramatizar desde la concepción de lo escénico, de lo teatral llevado al espectáculo.

En su ensayo escrito para Sociedad Psicoanalítica de México, Citlali Amado plantea que “la persona que hace drag usualmente es alguien que se viste, actúa y entretiene como la caricatura de un planteamiento del género, entendiendo la caricaturización -claro- como un retrato que distorsiona dicho planteamiento para destruirlo a través de su banalización”.

Así que su simple existencia es política: porque transgrede y cuestiona mandatos, imágenes, símbolos… Provoca a la comodidad de lo que es canónicamente moral, traducido en la discreción y el silencio.

“El drag también ayuda a cuestionar aquello que consideramos bello o no bello. Nos ayuda a enfrentarnos a nuestros propios miedos y sanar el alma a partir de eso. Es lo que hacemos los artistas: ver ambas caras de la moneda… Lo bueno y lo malo”.

Braulio 8000

Es por eso que el drag también es un vehículo de introspección psicológica y emocional: salva vidas, como casi todas sus artistas coinciden.

C-Pher, Braulio 8000, Selectishtar, Ryo Dahl y Liza Zan Zuzzi -nuestras estrellas invitadas para este especial- tienen sus propia autodefinición:

“Mi drag es la verdadera expresión de quien soy. Cuando hago drag es como materializar mis sueños y la visión artística que estuvo guardada desde la infancia; entonces mi Drag es el espacio donde puedo ser quien yo quiera a plenitud”.

Selectishtar (@selectishtar)

“Mi drag en realidad es muy amigable porque lo he construido a partir de referencias que cualquiera podría identificar en su entorno familiar o de la cultura Pop. Se ha convertido en un personaje con el cual es fácil empatizar”.

Liza Zan Zuzzi (@liza_zanzuzzi)

“Mi drag es algo oscuro. Está inspirado en las películas de terror. Yo estudié cine, así que es algo muy cercano a mi; pero no solo las narrativas sino cómo se hacen: los efectos especiales, la caracterización de los monstruos que te acompañan hasta tu almohada cuando vas a dormir.

Es aterrador pero a mi me inspira como un puente entre la fantasía y la realidad”.

Braulio 8000 (@braulio8000)

“Mi Drag pone al desnudo mi interior. Cuando tomo el transporte público caracterizado de mi drag, en realidad están viendo mi alma. Y lo veo como un muñeco… Un avatar que puedo modificar a mi gusto para encajar en las cosas que me apasionan: la ciencia ficción, los videojuegos, las figuras de acción que coleccionaba de niño, todo”.

Ryo Dahl (@ryodahl)

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“Mi orígen artístico se sitúa en el cosplay, y aunque tienen diferencias, el punto de partida de mi drag mezcla lo mejor de ese mundo y este; y a partir de ahí, tomo inspiración de series, mangas, animés, películas, juguetes… Cosas que me han acompañado desde pequeño. C-Pher es la materialización de una fantasía y por eso es camaleónico, por eso no me caso con un solo estilo. Lo tomo como un juego que responde a mis nuevos intereses. A veces colorida, a veces oscura, a veces glamourosa, a veces muy camp. Me gusta pensar que no tengo límites sino desafíos”.

C-Pher (@cpher_art)

El drag a pesar del tiempo

Desde los relatos griegos como “La Aquileida” de Estacio y “Las Metamorfosis” de Ovidio, pasando por el milenario Teatro Kabuki japonés, las compañías shakesperianas y hasta llegar a Divine y la eventual aparición de Ru Paul, las interpolaciones directa e indirectas al Drag han estado presentes desde hace siglos en nuestro mundo.

En México, sin embargo, su historia es muy breve. Los valores y costumbres cimentados por la fe cristiana relegaron toda reinterpretación del género a la clandestinidad.

Si acaso, los famosos bailes de ‘’Los 41’’, los guiños esporádicos en el cine nacional (Los Caifanes de Juan Ibañez en 1969 o en Bellas de Noche de Manuel Delgado en 1975) y de ahí hasta llegar a la consagración de Francis, superestrella de la farándula mexicana que surgió del grupo Las Femmes y al poco tiempo logró montar ‘’El Show de Francis’’, un espectáculo que tomaba lo mejor de las tradiciones del cabaret, del burlesque europeo y la espectacularidad de Las Vegas para construir un acto que abarrotaba sus residencias en el Teatro Blanquita y arrasaba cuanta taquilla del resto del país y Estados Unidos se le cruzara.

Con los años, Francis tumbó obstáculos y se posicionó como la primera draga que rompía la barrera de los prejuicios para asentarse como un personaje asiduo de la televisión mexicana:

Apariciones en telenovelas, en talk shows familiares y en entretenimiento para adultos la convirtieron en pionera y leyenda de la cultura drag en México.

Su figura ayudó a que surgieran otros contenidos vinculados como ‘’Desde Gayola’’, que si bien era más un programa enfocado a todo el espectro de la comunidad LGBTG+, gozaba de muchas dragas en su elenco.

Para ese entonces, principios del s. XXI, los esfuerzos por hacer drag eran más bien episodios aislados y esporádicos que no lograban continuidad por falta de recursos y espacios; a pesar de que festividades como la marcha anual del pride ya convocaba decenas de miles.

Tuvieron que pasar más de diez años para que la presencia drag se hiciera común en el circuito de bares del Centro Histórico y la Zona Rosa de la Ciudad de México.

Como anfitrionas, meseras, entremeses escénicos y actos principales, las drags se ganaron un lugar estelar en la vida nocturna del país. Estados como Nuevo León, Puebla, Jalisco y Veracruz ya también habían emprendido su camino como semilleros de talento. La cosa estaba por explotar.

Primero fue “La Carrera Drag de la Ciudad de México”, un evento encabezado por Paris Bang Bang, Debra Men, Nina de la Fuente, Margaret y Ya y Lana Boswell; gestionado por un bar famoso de la capital que sin presupuestos exorbitantes ni una logística hollywoodesca, sirvió como detonante de una escena formal.

Claro que después llegaron los shows de Internet y Televisión; pero “La Carrera Drag de la Ciudad de México” fue el antes y el después, no solo para que las que ya estaban en el camino expusieran su trabajo bajo ese nivel de presión, sino también para que muchas personas se animaran a iniciar su vida en el drag.

“Recuerdo que yo me escapaba de mi casa para poder ir a la Carrera Drag. Ahí conocí el trabajo de Paper Cut y creo que fue mi epifanía para decidirme a hacer drag”.

Ryo Dahl

Una cosa llevó a la otra y en 2018 alguien vio el potencial comercial de esto: el 8 de mayo estrenó la primera temporada de La Más Draga, un programa en formato de reality show en el que una selección de drags compite por medio del canto, el baile, la actuación, el diseño y la confección y la comedia para determinar a la artista más completa del concurso.

Un monstruo que en menos de 4 años se convirtió en el gran escaparate de la cultura drag en nuestro país y de América Latina entera.

C-Pher lo dice:

“No tengo dudas: México es hoy por hoy el epicentro del drag del mundo, incluso por encima de Estados Unidos. El nivel de conceptualización y ejecución que se maneja aquí no lo tiene otro lugar”.

Le siguieron Regias del Drag en Monterrey, Toma Mi Dinerita coordinado por los influencer Pepe y Teo, Next Top Draga en Veracruz, GDL Drag Project en Guadalajara entre otras casi 16 iniciativas regionales que reúnen talento a lo largo y ancho de México.

Ahora es el turno de RuPaul Drag Race México, la variante de la franquicia estadounidense que representa la primera interacción de la escena mexicana con una marca de alcance global, por lo que las expectativas están fuera de toda proporción.

“Los espacios mainstream como La Más Draga o ahora RuPaul México han ayudado a que entremos a los hogares el público casual (ese que no consume drag regularmente) y de cierto modo normaliza nuestra presencia en los espacios públicos. Obviamente llamamos mucho la atención porque de hecho ese es el punto de nuestra caracterización, pero ya no se nos observa con morbo sino desde la contemplación y el cariño. Está el ejemplo de los hombres heterosexuales que ahora usan las frases que decimos en nuestros shows, y que es algo que no pasaba porque solo nos miraban y escuchaban desde el prejuicio; pero ahora me hace pensar hasta dónde hemos llegado”.

Liza Zan Zuzzi

Pero no todo es miel sobre hojuelas: su carácter laboral de oficio artístico las priva de las garantías laborales mínimas, tales como un sueldo establecido, seguridad social, jornadas de trabajo fijas y un etcétera que pone en entredicho la calidad de vida de cualquiera.

Primero porque la proporción entre inversión (de tiempo y recursos) en comparación con las ganancias es ínfima: tan solo una peluca de la más alta manufactura promedia un costo de los 2 mil hasta los 5 mil pesos, solo por la peluca sin considerar ropa, calzado o maquillaje . Estas cifras se contraponen a los $800 – $1000 por noche que reciben las dragas por hostear o actuar parte de su acto.

Y en tiempo total, hablamos de hasta 18 horas desde que se empiezan a arreglar hasta que finalmente termina su horario de trabajo.

Incluso se sabe que existen tratos “en especie”; o sea, pagos en forma de bebidas o alimentos, por mencionar un ejemplo.

Un suceso paradójico, si consideramos que ya es un ala de la industria del entretenimiento que empieza a generar cifras de seis o siete dígitos.

Aunado a la brecha generada por los mismos shows antes mencionados: quienes han participado en cualquiera de ellos pueden ganar hasta cinco veces más que quien no lo ha hecho.

Un handicap si consideramos que tan solo en la Ciudad de México existen más de cien dragas en activo, para los 12 lugares que ofrecen estos programas por temporada.

“¿Y qué pasa con las que no queremos hacer carrera en esos programas? Urge desarrollar espacios alternativos lejos de las competencias, no deberían ser el único camino”.

Selectishtar

Actualidad

La Resiliencia del Pueblo Palestino: Más Allá de los 200 Días

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Texto y fotografías por Maria Tielve

Una reflexión sobre los primeros 200 días desde el inicio del genocidio en Gaza.

Y si las palabras no alcanzan, y si los ayeres no fueron suficientes, y si no tenemos un mañana.


La vida se desarrolla en los cambios que somos capaces de afrontar. Personas que van y vienen, desplazando sus rostros en fotogramas borrosos que viven en lo mas profundo de nuestra memoria fracturada. Nos da miedo que un día nadie recuerde nuestra existencia, y lo que fuimos capaces de sentir. Somos parte de una época de vacío, en la que sucedemos bajo la premisa de la supervivencia, vivimos para pasar el tiempo y olvidamos amar esta vida.

¿Son escasos los ojos que reflejan el dolor y el amor, y no puedo evitar cuestionarme, ¿Qué nos tornó tan insensibles?

Jamás creí que viviríamos en tiempos donde, por primera vez en la historia de la humanidad, se transmitiría un genocidio en vivo. Donde el silencio se sentiría más que la sangre derramada del pueblo palestino.


Recuerdo el pasado siete de octubre del 2023. Lo recuerdo perfecto: en las calles de Jordania se percibía un aire victorioso. La gente regalaba Kanafeh acompañado de una sonrisa mientras que en los campos de refugiados palestinos celebraban la promesa del esperado regreso, ondeando su bandera por todo lo alto. Las redes sociales se llenaron de videos y fotos donde mostraban que finalmente Gaza había logrado lo imposible: por primera vez en 17 años desde el bloqueo impuesto por Israel y Egipto, el grupo militante de Hamas emprendió una ofensiva contra territorio israelí.

El ataque dejó un saldó de 695 israelíes asesinados, sumados a los otros 233 que fueron tomados como rehenes. Aún estando tan cerca de la situación, me resultó incomprensible que de un lado y otro se festejara tanta violencia, sobre todo porque -a partir de ese momento- solo quedaba esperar al contraataque de Israel.


Llevo más de tres años viviendo entre Jordania y Palestina, lo que me ha ayudado a entender que vivir en estado de ocupación alude también a lo más cotidiano, más allá de lo meramente social y político.

No solo es una tierra robada: también se nota en el hummus y el café árabe, que ahora son parte del menú de restaurantes israelíes como si fueran suyos. Un idioma que disfraza atrocidades a través de la palabra ‘Habibi’ (حبيبي) para dar una imagen amigable en la las tierras del 48, lo que hoy es conocido como Israel.

Esta es una historia que se esconde en los escombros de cientos de masacres, como la que ocurrió en la Villa de Tantura en 1948, a las orillas de Haifa.

Dicho suceso es referido popularmente como Nakba (النكبة), palabra árabe que se define como “catástrofe”. Aquello fue el inicio del despojo de más de 750 mil palestinos de sus tierras. En el proceso fueron asesinadas familias enteras, cientos de mujeres fueron ultrajadas de sus cuerpos y muchos niños quedaron condenados a la miseria, todo para dar entrada a nuevas poblaciones judías, bajo la premisa de que aquella tierra de olivos era un lugar olvidado


En West Bank los cielos son opacados por los grandes muros grises, donde solo algunos cometas logran volar más alto, apreciando la belleza del intenso dorado del Domo de la Roca. Hablando un idioma que no es árabe, ellos portan sus armas, y con doble nacionalidad se hacen acreedores de tierras a las que nunca van a pertenecer. Si eres foráneo, te sonreirán cuando cruces los puestos de control. Te tratarán con más derechos que cualquier palestino que viva en West Bank y Gaza, o que cualquier palestino que porte un Pasaporte israelí si le toco nacer en las tierras del 48.


Esta no es una guerra que comenzó hace siete meses entre Israel y Hamas, esta es una ocupación que lleva más de 76 años sucediendo y cuyo orígen es -de hecho- milenario. A diario la sangre palestina es derramada y olvidada. En mi tiempo viviendo en West Bank, me encontré con las paredes cubiertas de fotografías de mártires: rostros jóvenes que nunca cumplieron sus sueños ni volvieron a los brazos de sus familias.

Presencié el asesinato de un joven que iba a la boda de su hermana. Lo dejaron desangrarse hasta morir sin permitir que la ambulancia se acercara a auxiliar. El pueblo palestino protestaba lanzando rocas y prendiendo fuego a los neumáticos cerca de los puestos de control y del muro, mientras se llevaban a cabo huelgas que cerraban los comercios en el West Bank.

Fue en aquel momento en que comencé a comprender la fragilidad que envuelve la vida de un palestino. Ellos son asesinados a sangre fría y nada pasa, nada cambia. La historia sigue siendo la misma y es ahora cuando la narrativa tiene que cambiar, se tiene que decir la verdad de lo que esta sucediendo en Palestina. Los palestinos en Gaza no tienen tiempo de llorar a sus muertos, no tienen tiempo de enterrarlos; ellos, con su dolor, los graban a través de las pantallas de sus celulares para que el mundo entero pueda creer el genocidio que esta sucediendo.


En West Bank, los despojan de sus propiedades, derriban sus casas con el pretexto de que no tienen permisos para las construcciones, dejando a familias enteras en las calles. Llevan a la cárcel a activistas o a quienes protestan, y los dejan por años tras las rejas sin derecho a juicio alguno; y si tienen suerte, el juicio ocurre en hebreo y sin traducción al idioma árabe. ¿Como es que esto puede ser justo? ¿Cómo es que nos llamamos humanos cuando hemos permitido que esto suceda?

En Jordania, el 70 por ciento de la población son refugiados de Palestina. Ellos son el pueblo que no puede ver lo que yo he visto, que no pueden cruzar la frontera y que vive sosteniendo la promesa del regreso. Hay familias que aún conservan la llave del retorno y otras que sueñan con ir a rezar a la mezquita sagrada de Al-Aqsa, quienes desean ver los olivos crecer, saborear el mejor Kanafeh del mundo en la ciudad de Nablus y contemplar el atardecer frente al mar de Gaza.


Los bordes entre Israel y Jordania están aún más protegidos. Acceder a la embajada de Israel en Jordania es prácticamente imposible; está resguardada por militares de día y de noche. Así es como el gobierno actúa ante el dolor de un pueblo que no se ha marchitado, que ha sido cosechado en las nuevas generaciones. Ellos son esa fe inquebrantable que tanto admiro.


A más de 200 días del inicio de esta etapa del conflicto, y con un mundo que normaliza el genocidio, la voz de los estudiantes alrededor del mundo ha despertado un nuevo sentimiento de esperanza, basado en la justicia y la libertad, que no descansará hasta que el pueblo palestino sea liberado, hasta que el dolor del fuego se haya consumido.

Ronda en mi mente una frase que escucho muy seguido entre mis amigos palestinos: ”Espero ver a Palestina liberada en mi tiempo de vida”.

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Cine y Series

Reseña: The Fall Guy, homenaje a los dobles de acción

Como realizador David Leitch se caracteriza por realizar películas comerciales, que se inclinan por largas secuencias de acción de gran espectacularidad y tramas recargadas en el humor.  

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Desde su presentación en la pasada CinemaCon, The Fall Guy generó muchas expectativas rumbo a su estreno, para darle una película taquillera a Universal. Un filme de acción protagonizado por Ryan Gosling y Emily Blunt, basado en la serie ochentera del mismo nombre. 

El filme se distancia del concepto original de la serie, en que un doble de acción en sus ratos libres es un investigador privado y va hacia la acción paródica y el romance. Y se convierte en una carta de amor a las películas y la profesión de los dobles de acción. Haciendo sobre todo homenaje a los filmes de los años 80 y 90, que no dependían de los efectos digitales. 

Esto se explica con el pasado del director David Leitch. Un realizador que comenzó su carrera como doble y coordinador de escenas de acción. Leitch evolucionó como guionista y dio el salto a la dirección en 2017 con el filme Atomic Blonde. Continuando su carrera con Deadpool 2 (2018), Fast & Furious: Hobbs & Shaw (2019) y la divertidísima Bullet Train (2022).  

Con este antecedente no extraña que, The Fall Guy es un filme que destaca en la coordinación y manejo de las escenas de acción. Donde la trama pasa a ser un elemento secundario. Y gracias al encanto de Gosling y al humor del guion se convierte en un producto imperfecto, pero muy disfrutable. 

Un doble de acción en Australia 

The Fall Guy se centra en Colt Seavers (Gosling), un doble veterano que después de un accidente en set se retira del ambiente. Meses después decide regresar a la acción para salvar la ópera prima de su ex, la directora Jody Moreno (Blunt). 

Colt busca recuperar a Jody con la ayuda de la productora Gail Meyer (Hannah Waddingham). Realizando escenas de acción indispensables para la ópera espacial futurista de Jody, que se está rodando en Sidney.  

El rodaje del filme se ha extendido en tiempo y presupuesto, mientras que la estrella de la película, el insoportable Tom Ryder (Aaron Taylor-Johnson), lleva días sin pararse en el set. 

Para ganarse el favor de Jody, Colt se embarca en la búsqueda de Ryder. Pero en el camino se encuentra con un cadáver y gente que le empieza a disparar a diestra y siniestra. 

Como dato curioso el filme fue rodado en Sidney, Australia, un país que se ha convertido en una locación muy solicitada en la última década para las producciones Hollywoodenses.

De lo meta a la Inteligencia Artificial 

Como realizador David Leitch se caracteriza hasta el momento por realizar películas comerciales, que se inclinan por largas secuencias de acción de gran espectacularidad y tramas recargadas en el humor.  

En este filme, además, el realizador se ha sumado a varios temas del Hollywood actual. Donde existe un debate sobre la importancia de los efectos prácticos contra los digitales. Y los riesgos de la inteligencia artificial en el set. Dando un impulso a favor de los stunts en el eterno debate sobre, si estos especialistas deben ser considerados para los premios de la Academia.  

Leitch se inclina por ensalzar lo práctico y en la ficción su protagonista se convierte en un héroe de acción, que por su preparación enfrenta con soltura el peligro en la vida real. 

El carisma de Gosling sostiene el filme y Blunt se vuelve un personaje muy secundario y no tan desarrollado, al que nos hubiera gustado ver más en pantalla. Con una serie de clichés acierta en la mayor parte en la acción, llevando la exageración en pos del entretenimiento. Pero cojea en el lado del romance. 

Su punto más débil es el guion y es muy meta al respecto. Comentando de forma reiterada los problemas con el desarrollo del tercer acto y la trama demasiado intrincada. 

En el lado musical está enfocado hacia el rock en la acción con AC/DC, Mötley Crüe y distintas versiones de I Was Made For Lovin’You de Kiss. Y en lo romántico se inclina hacía el pop con Taylor Switf y Christina Aguilera. 

En resumen, The Fall Guy es muy divertida, se desenvuelve con fallas y sin pretensiones, como un buen entretenimiento palomero. 

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Musica

Reseña de nuestro Disco de la Semana: Radical Optimism de Dua Lipa

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En este espacio plantearemos una reflexión en torno al que consideramos el disco más relevante de la semana. En esta entrega: Radical Optimism de Dua Lipa.

Dua Lipa Radical Optimisim

Aludir a una corriente sonora tan asociada a una época específica de la historia siempre es un arma de doble filo: por un lado, porque puede cautivar desde la nostalgia; pero por otro, una mala ejecución puede ser síntoma inequívoco del desgaste de ideas.

Hasta el momento, Dua Lipa ha mostrado una fascinación particular por revisitar sonidos emblemáticos de décadas enteras desde la apuesta por refrescarlos con sus virtudes, las cuales -además- ha demostrado que no son las del fenotipo de Popstar convencional.

Desde su tono de voz grave hasta su manera tan particular de bailar, la británica va a contracorriente hasta que sus reglas se vuelven la ley de los charts.

En esa exploración cronológica del pasado, mientras su álbum debut re interpretó los beats del Jungle, el Afrohouse y el EDM, Future Nostalgia -su segunda placa- fue una bomba explícita de referencias al Pop sintéticos y estridente de los 80s. 

Ahora, Radical Optimism apunta a un extraño híbrido de referencias en las que ella evoca al Trip Hop de Massive Attack y la Psicodelia de los 70s, de la mano de su principal embajador contemporáneo: Kevin Parker.

Todo encumbrado bajo un discurso de nuevos inicios y el rompimiento de lazos tóxicos que se valen de la narrativa de hombres que no saben tratar a las mujeres para fortalecer su narrativa.

Dua Lipa Radical Optimism

Con esos elementos en consideración, las expectativas fueron inevitables y por lo tanto, la desilusión mediática está siendo mayor.

Incluso cuando el disco no es precisamente una derrota sino más bien una obra inconsistente. 

No solo por sus promesas incumplidas (para empezar, que más que sonar a Massive Attack o a Mammas & The Papas, suena al ABBA barroco de Waterloo); sino por la disparidad en la fuerza de ejecución.

Por un lado, la cara A: que entre End Of An Era” y “French Exit” entrega tracks muy sólidos y convincentes que fácilmente entrarían en las mejores canciones del año (lo cual no necesariamente significa que serán himnos de la radio); pero que, en su cara B, cae estrepitosamente dadas sus decisiones obvias que parecen condicionadas por la necesidad de crear hits para la pista.

Tristemente, al ser este segundo tramo lo último que escuchamos en su orden canónico, deja la idea de que estamos ante un paso en falso.

Y es que tal ha sido el afán de Dua Lipa y su flamante equipo de productores por no caer en lugares comunes dentro de las referencias que ellos mismos impusieron, que termina por ser, en la escucha integra, un disco falto de esencia reconocible. 

Regresando a esa batalla contracultural que ejerce Día Lipa desde su voz poco común en el Pop femenino, es cuando ella extralimita su rango que encontramos los momentos más osados y divertidos de Radical Optimism, sobre todo en el jugueteo con tonos medios y altos modulados por la tecnología.

Este paso en su carrera sí podría considerarse decepcionante dado el tiempo que se tomó para grabarlo y, sobre todo, por el momento en su carrera en el que lo lanza, siendo entre el tercer y cuarto disco en el que la mayoría de grandes estrellas Pop encuentran su punto máximo de madurez.

No se siente como un material que podría explotar como lo hizo con su placa previa.

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