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Cortes Selectos

WFM x WARP: A 20 años de Elephant de The White Stripes

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Bienvenido a este especial colaborativo entre WFM con Alejandro Franco y WARP en el que celebramos aniversarios significativos de álbumes que cambiaron la historia de la música para siempre. En esta entrega: los 20 años de Elephant de The White Stripes.

El milenio había arrancado de una forma confusa para el planeta influido por occidente. Mientras que la música nos presumía las guitarras adolescentes con alaridos desesperados como una moda, las figuras pop sexualizadas hasta la fractura de su propia identidad y la música electrónica más comercial se diluía en los sonidos de café playero en paraísos ibéricos, la realidad nos golpeó con la crudeza de los productos reusados, la crudeza de los sonidos directos y los mensajes menos pretenciosos, mismos que permitían que lo mismo hubiera genialidad detrás de la lírica que unaperfecta mofa al entorno del músico.

Eso fue parte de las secuelas que trajo el reencontrarnos con la fragilidad de la existencia tras los ataques del 11 de septiembre en 2001. A partir de ese momento, los sonidos garaje, punk y las composiciones más directas arrasaron en las listas de popularidad y dieron potencia a nombres como The Strokes, The Vines, The Hives y, por supuesto, The White Stripes.


El dúo conformado por la ex pareja de Jack White y Meg White venía del gran éxito que su tercera producción, White Blood Cells, les permitió sobresalir tras dos lanzamientos condenados a la adoración de culto, en el mejor de los casos. Tras ese lanzamiento, Jack se percató de la buena racha que vivía y debía aprovecharla como fuera.

De esa forma, se puso a componer y –sin cambiar un poco de lo que le hacía conectar con su nuevo público-, aprovechó herramientas provistas por el pasado para crear algo aún mejor. Este fue el principio de Elephant, el cuarto álbum en su historia y el que les consolidó hasta convertirles en un dúo capaz de llenar estadios.


Tenían potencia, estridencia, genialidad, carisma y lo único que les faltaba eran canciones aún más sencillas de conectar con el público, en lugar de aferrarse a una fórmula de éxito que no les dejó ir más adelante en su anterioridad.


Elephant nos mostró el esplendor creativo de Jack White, con su inigualable facultad de ser un
“hombre banda”, pero cuya mancuerna en el compás más simple como el que realizaba con Meg le daba la posibilidad de hacer que una pieza sencilla reverberara como si fuera una serie de altavoces, el uno conectado al otro- dentro de un estadio y repitiendo en centenares. Las melodías dejaron de ser pretenciosas, para hacerse sencillas, pegajosas y fáciles de repetirse
constantemente.

Desde el himno de estadio –vigente a la fecha- en “Seven Nation Army”, hasta la balada desgarradora que coquetea con el pop como “I Want To Be The Boy To Warm Your Mother’s Heart”, la sensualidad de la dulce figura y entonación de Meg para “In The Cold Cold Night”, la virtuosa recreación del clásico de Burt Bacharach en “I Just Don’t Know What To Do With Myself”, el blues puro y crudo de “Ball and Biscuit” y el paródico aprovechamiento de los rumores de la prensa obsesionados por el vínculo afectivo entre Jack y Meg, consolidan a Elephant como un álbum esencial en la discografía de cualquier persona que se precie de usar en su descripción biográfica el término “melómano”.

El riff más famoso en el trabajo musical de Jack White y el pretexto ideal para hacer que el guitarrista, productor, multi instrumentista y compositor fuera considerado para ese ambicioso documental que le puso a la par de Jimmy Page y The Edge en It Might Get Loud.

En “Seven Nation Army”, Jack pasa por una pedalera el sonido de su guitarra hasta hacerla sonar como un bajo y cuyo acorde cimentó la base sobre la cual está compuesto el resto del álbum. A más de veinte años de su creación, la canción se ha convertido en un clásico que retumba en los estadios para inspirar a los equipos cuando entran al campo y hace que los jugadores sonoricen las acciones que hacen de su trabajo una acción determinante en el arte de alcanzar los triunfos.


Ambientada con un seductor videoclip dirigido por Sofía Coppola, “I Just Don’t Know What To Do With Myself” alcanzó una extraordinaria conexión entre el blues más sincero de Jack White y su explosiva relación con el punk rock para cerrar la canción. Además, funcionó como un perfecto preámbulo para otra de las canciones más seductoras en el álbum y cuyo resultado es más sencillo de lo que cualquiera puede interpretar en su creación. Se trata de “In The Cold Cold Night”, una canción que no fue considerada como sencillo, pero que dio una gran libertad creativa para entender que las fronteras y límites de The White Stripes no eran fáciles de encontrar, pese a que solo se tratara del talento de dos personas en su faceta más cruda.

Con un interesante e innovador video en el que la edición destaca como una de las grandes aptitudes en la edición creada por Michel Gondry para el dúo, este corte de sencilla ejecución permitió que el dúo alcanzara espacio en la cultura popular al ser retratados en Los Simpson y confirmar su álbum entre uno de los más relevantes del año 2003.

Es con esta que cerramos esta entrega dedicada a Elephant a 20 años de su lanzamiento, y el que consolidara la carrera de los White Stripes, quienes ya gozan de una actualidad muy diferente tras estas dos décadas.

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Dua Lipa graba comercial de Porsche en las calles de la CDMX

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Dua Lipa

Dua Lipa estuvo en la Ciudad de México para filmar un comercial para la nueva campaña de la marca de automóviles de lujo Porsche.

En el video podemos ver a Dua Lipa conducir a toda velocidad un Porche por las calles de la CDMX y otras locaciones incluyendo a la “Luna”.

El comercial de cerca de dos minutos lo escribió y dirigió la propia cantante, y fue filmado con el apoyo del director francés Clément Durou en la Ciudad de México durante la primavera de 2024.

Sobre esto Dua Lipa comentó lo siguiente, ya que le tiene un cariño especial a la marca y han establecido una solida relación desde hace tiempo:

“Trabajar en este cortometraje fue muy divertido. Nada era demasiado improbable ni descartable, así que realmente me dejaron hacer lo que quisiera, y esa libertad me ayudó mucho. En especial imaginar y diseñar conceptos que eran literalmente de otro mundo hasta verlos evolucionar y hacerse realidad, fue muy emocionante”.

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Reseña de Nuestro Disco de la Semana: Bando Stone and the New World

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Childish Gambino

En un mundo en el que la Música está subordinada a todo menos a la Música, parece que la máxima aspiración de todo artista es llegar a un punto de su carrera en la que pueda darse el lujo de hacer lo que se le dé la regalada gana.

Tal vez por eso todavía le perdonamos todo a Kanye cuando dice lo que aparentemente no debería; o a Beyonce cuando asume su rol de Kasike de la industria o a Frank Ocean cuando decide hacer de todo excepto canciones.

Como si lo necesitara, Donald Glover ha necesitado hacer del conocimiento público que él también ascendió a esa categoría. Argumentos no faltan: entre lo hecho con Childish Gambino, los brillantes proyectos como guionista y director y una carrera anómala como actor le dan el estatus de genio.

Portada Bando Stone and the New World

Con nada más por demostrar, ha decidido cerrar una etapa importante de su vida con el último disco de su proyecto musical más conocido y, al mismo tiempo, aprovechar el momento para finalmente reunir esos tres mundos en una misma obra: Bando Stone and the New World, que es película pero también es banda sonora pero también es una sátira pero también es un personaje…

Todo en todas partes al mismo tiempo. Y como disco, suena exactamente a eso.

Como Childish Gambino, Donald Glover ha evolucionado de rapero geek con rimas de adolescente a cantante de Soul a prácticamente productor de Música Electrónica.

Y en Bando Stone and the New World encontramos todo eso en un mismo caldero adicionado con esteroides y cocaína.

17 tracks maximalistas y excedidos en más de un sentido en los que Childish Gambino parece que quiere terminar su legado sonoro con una explosión en mil pedazos.

Desde beats industriales que se mezclan con trompetas y saxofones hasta órganos gregorianos como de película de terror de los 70s que se pelean con percusiones electrónicas.

Un álbum que por esa misma revisión histórica de su propio repertorio tiene recursos musicales familiares pero que en la escucha integral es indefinible bajo lo ortodoxo de las etiquetas de géneros.

De hecho, conserva el rasgo más característico de la discografía de Childish Gambino: la inconsistencia.

En sus casi siete proyectos publicados, la distancia entre los mejores tracks de cada álbum y el resto de canciones es sustancial.

Mientras puede haber tracks tan emocionantes como para que pensemos que son lo mejor que vamos a escuchar en nuestras vidas, tiene otros que en comparación se sienten débiles y fuera de contexto.

En Bando Stone and the New World, por ejemplo, escuchar las magníficas “Survive”, “In The Night” o “No Excuses” y en medio los experimentos Rock Pop como “Lithonia” o “Real Love” serían equivalentes a estar viendo una película de aventuras espectacular y que ésta se interrumpa por un sketch extraño de Saturday NIGHT Live.

Lo cual nos conecta con su otro gran problema, que podría ser obvio desde el principio pero que en la ejecución deja muchos cabos sueltos: la dependencia de este disco de su símil audiovisual.

Al final no deja de ser una banda sonora, y eso los hace inherentes mientras le resta toda posibilidad de discurso individual al álbum.

Para terminar con las analogías cinematográficas, si Bando Stone and the New World es realmente la conclusión definitiva de Childish Gambino, la saga habrá terminado con una película llena de batallas épicas, algunas lagunas argumentativas y una despedida solemne de los personajes principales.

Sin ser el mejor álbum de Childish Gambino, sí es el que mejor define lo que ha sido como artista musical en más de diez años de historia.

Y no queda nada por reclamar. Donald Glover hizo lo que quiso y nosotros fuimos felices al bajar la pendiente la montaña rusa.

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Imágenes y sonidos: La música de los Juegos Olímpicos

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Imágenes y Sonidos

Imágenes y sonidos es la sección de WARP en la que exploramos el vínculo entre lo visual y la música a través de análisis, anécdotas y datos. En esta entrega y aprovechando la efervescencia de los Juegos Olímpicos de Paris 2024 hablaremos de las mejores interpretaciones musicales que hayamos visto en la máxima justa deportiva.

Del 26 de julio al 11 de agosto, París recibirá a los Juegos Olímpicos 2024 y acompañando este magno evento deportivo, recordamos algunas de las participaciones musicales más sobresalientes y representativas. La relación del deporte con la música es muy cercana, y cuando se trata de eventos deportivos a nivel mundial como los Juegos Olímpicos, esta relación se amplifica porqué, sin importar el país, el idioma o el deporte favorito de cada uno, todos nos podemos unir en una misma celebración, tal como un lenguaje universal.

Muchos artistas de talla internacional han prestado sus voces en pro de los Juegos Olímpicos, sin embargo, han sido pocos los que han grabado su nombre en la historia con canciones memorables. Tal como fue el caso de Barcelona 1992, con Freddie Mercury y Montserrat Caballé. A pesar de que se presentó en 1987, la colaboración entre Freddy Mercury y Montserrat Caballé fue el himno no oficial de los Juegos Olímpicos de 1992. Con una fusión de rock, ópera y pop, esta canción fue el mayor éxito de la carrera como solista de Freddie Mercury.

Un año después de la muerte de Mercury, también fue interpretada por Caballé en la final de la UEFA Champions League de 1999.

En los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, vivimos la vibrante interpretación de One Moment in Time, de Whitney Houston, esta canción fue escrita por Albert Hammond junto a John Bettis. Esta es probablemente la canción más conocida de la lista, y no es difícil darse cuenta por qué. El himno olímpico de 1988 capturó el sentimiento de unidad de la época y llegó a las 5 principales en las listas de Billboard de ese año.

Por otro lado, los mismos Juegos Olímpicos de Seúl en 1988 fueron especiales ya que por primera vez, se contó con la participación de Estados Unidos, la Unión Soviética y Alemania Occidental, y para celebrarlo se compuso Hand in Hand, una pieza coreana que también fue protagonista y que nos dejo dos canciones icónicas. Al igual que la de Whitney Houston, esta canción transmite un mensaje optimista de unidad, anunciando el fin de la Guerra Fría.

Con el paso del tiempo los artistas se han acercado a la emoción de los Juegos Olímpicos siendo parte de sus shows inaugurales o de clausura, y componiendo canciones para avivar el espíritu deportivo y celebrar a sus países y regiones cuando la competencia llega a sus escenarios.

Es momento de hablar de Sidney 2000, unos juegos que nos entregaron muchos recuerdos para la cultura pop contemporánea. Kylie Minogue, llena de plumas y lentejuelas, nos puso a todos a bailar con su interpretación de Dancing Queen. La polifacética artista australiana revivió el espíritu de ABBA en la clausura de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, haciendo suya una canción inolvidable.

En Atlanta 1996, Céline Dion llegó con The Power of the Dream, escrita y producida por David Foster, Linda Thompson y Babyface para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, sin duda ha pasado a la historia como una de las más recordadas de los Juegos. Su interpretación en la inauguración fue sublime junto a Foster en el piano, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Atlanta y el Coro Centenario; rompió récords de audiencia de televisión, por lo que la artista donó lo que recibió por aquella presentación para apoyar a los deportistas de su delegación ese año. La canción hace parte de su premiado disco Falling Into You.

En Atenas 2004, conocimos una pieza aclamada por la crítica como una de las mejores canciones de la virtuosa artista islandesa Björk, quien presentó en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Atenas en el 2004 su sencillo “Oceanía”. La canción se desprende de su sexto álbum de estudio Medúlla y su video oficial nos remonta sin duda a las competencias acuáticas en este contexto deportivo.

Según Björk, esta canción fue compuesta especialmente para los Juegos Olímpicos, la cual escribió desde la perspectiva del océano. En una entrevista en el 2004, la cantante dijo: “El océano no ve las fronteras, las razas ni las religiones diferentes que siempre han estado en el corazón de estos Juegos”.

Absolutamente cuando hablamos de la música, hablamos de un lenguaje universal, que úne países, razas, comunidades, religiones, y demás, que desde luego es la premisa de los Juegos Olímpicos en cada una de sus ediciones. El deportivismo y el espíritu de unión en realidad debería prevalecer entre nosotros, y no solo cuando el mundo nos lo reclame. Viviendo actualmente entre diversas pesadillas ocurriendo en el mundo, el deporte y la música se han convertido en nuestros principales refugios.

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