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Reseña de Nuestro Disco de la Semana: Cowboy Carter de Beyonce

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En este nuevo espacio plantearemos una reflexión en torno al que consideramos el disco más relevante de la semana. En esta entrega: Cowboy Carter de Beyonce.

Cualquier cosa en la que esté involucrada Beyonce es sinónimo de atención multitudinaria inmediata, incluso si se trata de un disco fundamentado en el género del mainstream norteamericano con más apego riguroso a su propia tradición sonora: el Country. 

Tan estrictos y conservadores son los códigos del Country respecto a su musicalidad y a su discurso que, quizá, su última gran revolución fue hace más de 40 años, cuando Dolly Parton rompió los paradigmas del género como relator de la vida americana alejada de las urbes para convertirlo en una plataforma de historias Pop sobre el amor y los corazones rotos.

Aunque en tiempos recientes la industria lo ha intentado aligerar para su acercamiento con nuevas generaciones a través de proyectos muy mediáticos (la primera etapa de Taylor Swift, ni más ni menos) o con el filtro del Rock/Pop (escúchese a Lady Antebellum o Blake Shelton), en esencia sigue estando más cerca de 1960 que de 2024.

Aquí es donde aparece Beyonce y su más reciente producción discográfica: Cowboy Carter, el segundo álbum dentro de una trilogía de la que no tenemos del todo claras las reglas ni lineamientos de su propio universo pero que tiene un objetivo claro: la reivindicación de la comunidad afroamericana en la historia de movidas musicales generalmente asociadas a los blancos.

Así lo hizo en Renaissance (2022) y la revisión cronológica de la cultura de los clubes nocturnos, y así parece intentarlo en Cowboy Carter, no solo respecto al estudio del Country como un género negro; sino también desde su intimidad con el Soul, el Folk, el Blues y el Góspel.

Planteada la declaración de intenciones, este disco es necesario abordarlo en tres fases: su conceptualización, su ejecución y el puente entre ambas. O sea: lo que dice ser, lo que busca ser y lo que termina siendo, sobre todo porque en el tejido de esa estructura es donde está la clave de sus matices.

Lo que dice ser

Según la misma Beyoncé, la inquietud por hacer este disco surgió hace casi ocho años, cuando acudió a los Country Music Association Awards para interpretar uno de los tantos éxitos de su álbum Lemonade (2016): “Daddy Issues”, un track Country/Folk que fue muy bien recibido por la industria pero que el universo de dicho género sintió como una intrusión oportunista en un campo que no le correspondía.

No está de más decir que esa posición buscaba disimular una postura racista, sobre todo en el año en el que Trump acababa de ascender al poder, precisamente, gracias a esa clase de mensajes.

El rechazo fue tan obvio que Beyonce lo percibió y a partir de ahí empezó a incubar un deseo de venganza. Mientras desarrollaba otras producciones, Queen B cuenta que se involucró en un proceso personal de más de cinco años en los que exploró la historia de la música afroamericana y, particularmente, del Country, el Folk, el Blues, el. Soul y el Gospel.

Dicho proceso es la semilla de Cowboy Carter, que además “llega en un momento muy afortunado” para la cultura Pop y las tendencias de consumo dado el auge de la estética vaquera, algo que el diseñador Raf Simons vaticinó en 2017 en su primera colección para Calvin Klein y que Pharrell Williams ha llevado a su máxima expresión a principios de este año con su pasarela de verano para Louis Vuitton.

En su disco, Beyonce lo hace muy explícito desde la portada: no solo por el caballo -que parece ser el eje conductor de la trilogía- sino por la presencia de elementos totalmente asociados con la vida campirana como las botas, el sombrero y las chaquetas, todos ellos encumbrados por un detalle no menor: los colores de la bandera estadounidense en una intensidad que ahora es muy fácil asociar a la campaña de Trump a partir de la sátira.

Lo que buscó ser

A estas alturas, cuestionar la calidad en la ejecución de un disco de Beyonce sería prácticamente una pérdida de tiempo: primero, por el talento vocal e interpretativo con el que nació; después, por el nivel de colaboradores de los que se rodea, y finalmente pero no menos importante, por el presupuesto casi ilimitado que le permite grabar donde quiera, cuando quiera, con paciencia y una atención al detalle que pocos pueden tener.

Por eso, bajos los estándares de Beyonce, una buena materialización de sus ideas ya no es un logro sino una obligación.

Sin embargo, además de ser un disco con una manufactura muy fina y pulcra, Cowboy Carter es muy entretenido. Lo cual sí es una victoria considerando que es un álbum de más de una hora que parte de géneros que no son los más populares de la actualidad.

Y esa victoria se engrandece gracias a la que quizá sea la mayor virtud del disco: la gestión y contención de emociones. Recordemos que Beyoncé viene de tres bombas atómicas (Lemonade, The Carters y Renaissance) que la han marcado como una figura trepidante y eufórica, por lo que verla en esta faceta no solo nos recuerda su eclecticidad, también  amplia su propio rango hacia terrenos más minimalistas y solemnes.

Lo que termina siendo 

El problema con Cowboy Carter es que la distancia entre lo que dice ser y lo que realmente es terminó siendo es amplia. 

Porque si bien al oído resultó ser una obra bellísima de escuchar, no termina por cumplir su cometido de reivindicar a la comunidad afroamericana dentro de la historia del Country.

De hecho, en varios pasajes parece que hace exactamente lo contrario, ya que constantemente termina aludiendo al canon blanco del género: desde los nombres con los que colabora (Willie Nelson, Dolly Parton, Willie Nelson y Miley Cyrus) hasta las referencias que emplea, en las que a través de covers, sampleos e interpolaciones alimenta la percepción ya establecida del Country: “Jolene”, “Blackbird”, “Thess Boots Are Made For Walking” entre otras.

Una serie de recursos que incluso pecan en lo obvios y que tampoco dan señales de estar ahí como una ironía. Y es que si alguien tenía la influencia y la credibilidad para poner sobre la mesa otras canciones, otros nombres, esa era Beyonce.

Pero el foco no debe estar en lo que nos hubiese gustado que presentara sino en lo que sí está:

En esa mencionada victoria dentro de la ejecución, sus armonías -por decir un ejemplo- tienen un planteamiento vocal muchos más cercano a los Beach Boys y a Bobby Gentry que a Charly Pride y Linda Martell.

Por lo que en la concepción final del álbum, más que una ruta pedagógica por reconstruir un origen cultural (y por lo tanto, colectivo) del Country negro, lo que consiguió Beyonce fue una suerte de venganza personal en la que al final del camino tiene los argumentos para decir “puedo jugar su juego e incluso hacerlo mejor que ellos”. 

E incluso en el rigor de ese Country blanco, la mayor parte del álbum es más bien una obra de Pop acústico contemporáneo, muy en el tono de la Taylor Swift de Folklore o de Mitski en su más reciente disco. 

Lo cual no es malo en absoluto, pero no refrenda lo que buscaba Beyonce. O al menos lo que dio a entender que buscaba.

Eso sí: bajo el entendimiento menos ortodoxo del Country, Cowboy Carter sí podría significar una nueva puerta para el género en la que, paradójicamente a lo que se dijo hace un par de párrafos, la diversidad sonora de la Música afroamericana sí tendrá un lienzo ideal para desarrollarse, algo que no sería del todo nuevo (guiño a Lil Nas X) pero sí establecería un precedente para que más artistas negros se interesen.

Cortes Selectos

Los cinco estrenos musicales de la semana que debes escuchar

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Sorpresivamente esta semana la electrónica, la crudeza y la potencia dominaron los estrenos musicales. Estos días estuvieron pesados, y fue difícil escoger una corta selección de únicamente cinco, pero acá presentamos los más llamativos.

All Born Screaming de St. Vincent

El séptimo álbum de Annie Clark es un viaje ida y vuelta del cielo al infierno, con poca intermitencia o momentos para descansar, pues All Born Screaming (2024) es un disco frenético y sin tapujos. De forma progresiva, St. Vincent utiliza cada canción del disco para mostrar su lado más satírico sonorizado por las impresionantes habilidades vocales e instrumentales que posee.

Por césarea de Dillom

Dillom es el artista que más se ha reinventado e innovado en toda su generación en la Argentina; lleva de un tiempo para acá utilizando su proyecto para crear narrativas conceptuales a través de los discos, y Por césarea (2024) es un paso más dentro del camino artístico del héroe. Ahora el trap no está tan de lleno como en otras entregas; Dillom se deja llevar entre melancólicos pop, rock alternativo y demás experimentaciones que abordan sentimentalismos y pensamientos filosóficos.

Nonetheless de Pet Shop Boys

Para los primeros fans de la banda, Nonetheless (2024) podría resultar nostálgico, pues los Pet Shop Boys regresan a su sonido característico, cubierto de esencia ochentera, synth-pop y muchísimos sampleos. Igualmente llega en el momento justo para captar nuevas audiencias y seguir dejando un legado innegable como uno de los dúos más importantes de la electrónica.

100PRE YORO de Lara91k

Difuminando las distancias que podrían existir entre el hip hop y el pop, la artista argentina Lara91k presenta su segundo álbum de estudio de una forma ecléctica, logrando instaurarse en el mainstream latinoamericano a través del R&B y soul, además de contar con la participación de Julieta Venegas, Dano, Álvaro Díaz y la producción de Dano.

Hyperdrama de Justice

La mítica cruz del dúo francés volvió a iluminarse con su nuevo disco, uno que sonó fuerte en México durante los últimos días, pero que por fin podemos escuchar. Hyperdrama (2024) tuvo uno de los caminos más inusuales, pues previo al disco se estrenaron ocho sencillos, quitando un poco el factor sorpresa. No obstante, Hyperdrama (2024) es una experiencia sonora como nunca lo había entregado Justice, ahora con colaboraciones con Tame Impala, Miguel, Thundercat y más.

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WARP Gigs presenta Brutalismus 3000 en el Pepsi Center: El Hard-Techno retumba el suelo de la CDMX

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Texto de Mauricio Guerrero Martínez

Fotografías de David Barajas

La primavera de conciertos y festivales en la Ciudad de México ha sido vertiginosa y emocionante y solo faltaba un acto como Hard-Techno en el Pepsi Center para ponerle una joya trepidante a la corona electrónica de las últimas semanas.

Existen sonidos que nos transportan geográficamente a lugares y épocas específicas, muchas ancladas a una cultura particular de una zona. En la zona de los países bajos y particularmente en Alemania, los sonidos industriales ya pululaban desde los años setenta con el synth, pero fue en los ochenta cuando el hard-techno llegó para instalarse como una institución culturas de avanzada en la región.


Cuarenta años después esa tradición parece haberse anclado en su imaginario colectivo y continúa evolucionando y adaptándose a diferentes ritmos, latitudes y generaciones. Tal es el caso de los alemanes Brutalismus 3000, que el pasado 24 de abril se presentaron en el Pepsi Center en la Ciudad de México por primera vez.


La noche recibió a una horda de jóvenes con ropa negra, picos, botas industriales, camisetas con transparencias, lentes oscuros y cadenas, como si fuera la fila del Berghain en Berlín. Tras haber sido calentados por actos nacionales como Ann García y Kassie, este dúo formado por Theo Zeitner y Victoria Vassiliki Daldas pisó tierra azteca con la misma bota de casquillo de nivel industrial con la que al parecer componen su música.


Formados durnte la pandemia, este dúo se conoció a través de Tinder, aprovechando el aislamiento para tener un proceso creativo poderoso y estudiado.
Sus influencias van desde el psytrance, hard-techno, EDM, dubstep y electroclash hasta el synthpunk, el rock clásico de los dos miles o el hyperpop actual. Una selección variopinta que combinados con una acitud desafiante, detonan la pista en dos segundos.


Es claro que estos berlineses tienen una intención muy clara durante su acto en vivo: provocar desmayos de tanto alboroto y el público mexicano, conocido por ser muy entregado, les dio precisamente eso. La noche avanzo con visuales presentados en una pantalla semi circular de gran formato que iban desde sus videos musicales hasta consignas de protesta contra la policía, una sensación similar a la que uno tiene escuchando a Crystal Castles, Crim3s, ÅMRTÜM, Icep3ak, REDCHINAWAVE y otros referentes de la música europea oscura.


Su set fue intenso, como el bloque de concreto con el que tu rostro chocaría si saltarás de un edificio brutalista en Londres o en el mismo Berlín, mientras huyes de unos pandilleros con los que tuviste la mala suerte de chocar en la pista de baile. Con canciones como ”No Sex With Cops”, ”3ISBÄR”, ”Satan Was A Babyboomer” o ”Romantika”, el Pepsi Center cimbró con todos los brincos y alaridos de los, las, lxs asistentes bien puestos que tenían en mente bajar al infierno con los músico berlineses.


Sin embargo, para los más nostálgicos, Brutalismus 3000 también ofreció un culto a sus propias referencias tocando versiones intervenidas de canciones clásicas como ‘‘Thank You” de Dido, ‘‘Born Slippy” de los muy clásicos Underworld, ”Heads Will Roll” de los Yeah Yeah Yeahs o un remix casi gótico de ”Xena” de Skrillex.


Tras dos estruendosas presentaciones en Coachella y su primera visita a nuestro país, Brutalismus 3000 deja claro que su intención es seguir picoteando el mundo con agudos sonidos que pentren hasta las paredes más gruesas, y, por si no quedó claro, su regreso a México suena inmiente, quizá en algún festival de alto vuelo que los reconozca como el dúo de hard-techno poderoso que han demostrado ser.

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Pieza de Brian Eno, concierto gratuito de Nicolas Jaar y más en el festival Aleph 2024 en CDMX

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El festival Aleph -centrado en Ciencia y Arte- anuncia su programación para la edición 2024 y desde ya apunta a ser una de las mejores ediciones de su historia gracias al presencia de Nicolas Jaar, Brian Eno, Hannah Price, Canek Zapata y muchos más.

El Aleph, el tan esperado festival de arte y ciencia organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se celebrará del 8 al 19 de mayo en varias sedes universitarias. Esta será la octava edición del festival y estará centrada en la temática de la Inteligencia Artificial (IA).

Una de las principales características que destaca y atrae al público de El Aleph es su fusión entre el Arte y la Ciencia, manifestada a través de charlas, talleres, funciones de teatro, música, danza y cine. En estos eventos participan destacados científicos y artistas de renombre internacional.

Una de las exhibiciones más destacadas para este año 2024 es la muestra multidisciplinaria titulada Face to Face, creada por el músico y artista visual Brian Eno, la cual será montada en la Capilla del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Dicha pieza consiste En la búsqueda de configuraciones aleatorias y las oportunidades de fusión para generar obras de arte sorprendentes y poco convencionales, se emplea un software especialmente diseñado. Este software permite la transformación gradual de fotografías de individuos reales, pasando de un rostro auténtico a otro, mediante un proceso de alteración pixel por pixel.

Esto genera una larga cadena de ‘nuevos humanos’ entre cada uno de los humanos reales; personas que nunca han existido, humanos intermedios, 25 de ellos cada segundo. En esta versión han nacido 36 mil caras nuevas. Face to Face gesta una pregunta muy importante respecto a cómo las personas podemos enfrentarnos a esta realidad cotidiana del uso de robots, para plantearnos preguntas y vernos al espejo”, explicó Juan Ayala.

El 8 de mayo la instalación Face to Face de Brian Eno inaugurará El Aleph, pero permanecerá disponible para el público tras finalizar el festival hasta el 26 de mayo.

También resalta la presentación gratuita que brindará el músico Nicolas Jaar en la explanada del Museo de Arte Contemporáneo, ubicado en el Centro Cultural Universitario de la UNAM. La cita es el 11 de mayo.

Tampoco se puede omitir la presencia de figuras del Arte digital y experimental como como Hannah Price, una reconocida desarrolladora de ambientes inmersivos; el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga y Canek Zapata, pionero de la poesía futurista.

A unas semanas de la celebración de El Aleph, Juan Ayala, Secretario Técnico de Planeación y Programación de Cultura UNAM, destacó la importancia de la colaboración institucional entre las distintas sedes de la Universidad y autoridades como la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

“Agradecemos la colaboración constante con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Colegio de San Ildefonso. Tras realizar una búsqueda exhaustiva, encontramos que este lugar era ideal no solo por sus características arquitectónicas y su vocación, sino también por el diálogo que establece con los murales extraordinarios. Esto hace que la exhibición en este espacio sea una experiencia única y enriquecedora”.

En total, el evento contará con 72 actividades repartidas en 90 funciones con la participación de más de 250 artistas y científicos de primera categoría.

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